Uno crece en la inteligencia de que los espejos devuelven fielmente la imagen de quien se les pone adelante. Y es una convicción muy fuerte. Hasta que por ahí, alguien, alguna mano malvada empieza a fabricar espejos que deforman. Espejos que no devuelven la verdad, sino la mentira.
Y entonces uno a la mañana se va a afeitar y ve una persona rubia uno que es morocho, una persona distinta a lo que es uno. Y uno le tiene tanta confianza a los espejos que incluso prevalece esa confianza por encima de la realidad.
Y uno que se sabe morocho, que ha vivido una morocha vida durante tantos años, que ha andado entre morochos, se ve rubio en el espejo y empieza a asumir rubias conductas. Porque desde chico nos han dicho que el espejo no miente.
Yo creo que ha llegado el momento de desconfiar del espejo.
Y de pensar que a lo mejor, los fabricantes de espejos tienen intereses inconfesables que nosotros no conocemos. Intereses entre los cuales figura el lograr que nosotros nos creamos rubios, siendo que somos morochos.
Entonces mejor, más que mirar el espejo; hay preguntarle al de al lado, al que también es morocho y que vive como nosotros a ver como nos ve, que le pasa, que siente. A lo mejor hay que mirar mas la realidad y menos el espejo de la realidad.
Porque a veces ese espejo está tendenciosamente modificado y es fraudulento.
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